Lucio Mantel


Desde la primera canción nos hipnotiza la particular voz aguda de Lucio Mantel, hecha de esa mezcla de debilidad y fiereza poética tan grata a la memoria del rock argentino en su vertiente más lírica (…) Esa presencia constante de su voz aérea de tenor, algo frágil pero segura en su decir, acompañada por la guitarra criolla de la que parecen brotar las imágenes que inundan sus letras, baña todo el disco (…) Nictógrafo tiene muchas virtudes, más considerando que se trata de un primer disco de autor: una de ellas es la brevedad. En menos de 39 minutos está todo dicho. Mantel no nos aburre con reiteraciones innecesarias, sus doce canciones terminan cuando ya han expresado lo que querían expresar, que no es poco. Otra virtud es la variación de ritmos y texturas tímbricas. El disco está muy bien producido en ese sentido, bien pensado. Como los buenos titiriteros, Mantel no deja ver los piolines: hay muchos instrumentos dosificados, aquí y allá, que se suman al trío básico de guitarra, bajo y percusión, pero queda siempre en primer plano la expresividad de la poesía y la melodía. Algunas características del compositor: una gran imaginación melódica y armónica, un buen manejo de la forma canción y de los climas (…) Las letras de Lucio son muy amables con su música. Hechas para ser cantadas, tienen el mismo don que el disco en general: no intentan abrumar con su originalidad en sus momentos más sublimes, ni aburren cuando se acercan al lugar común. Equilibrio es la palabra para definir esta otra virtud del autor en la siempre difícil puja entre letra y música.

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